Pinos en las ciudades



Antes de que nadie me critique por lo que voy a decir, quiero dejar claro que me encantan los pinos, que soy de Tierra Pinares, y desde pequeña los he visto en su habitat natural: los pinares.
Ahora bien, no deja de sorprenderme la cantidad de pinos que se están plantado en zonas urbanas.
No sé muy bien si por ignorancia, o por eso que se ha puesto tanto de moda de plantar especies autóctonas. O quizá simplemente porque alguien los ha regalado y hay que plantarlos en algún sitio.
Doy por hecho que los responsables de esas plantaciones desconocen el sistema radicular de los pinos. Creo que no son conscientes del grosor, longitud, profundidad y fuerza que pueden llegar a alcanzar.  
  

En lugares en los que en el subsuelo hay tuberías y cableado,  desde mi punto de vista, no hay espacio para que se desarrollen correctamente las raíces de los pinos sin causar serios daños, sino ahora, sí en el futuro.
Posiblemente las raíces de otros muchos árboles tampoco lo tengan, pero yo ahora solo hablo de los pinos.
Y hablo de las raíces solamente por no meterme con otros serios problemas que pueden dar, por la presencia de procesionaria o por el simple borrajo que desprenden, amen de la envergadura, claro.
En las fotos que acompañan a este artículo pretendo mostrar lo que a simple vista no se ve de los pinos. Algo que, por contra, sí puede verse dando un paseo por cualquiera de nuestros pinares.
Solo espero que sirva para que alguien pueda tomar conciencia de lo que puede llegar a ser ese pinito que están plantando ahora en su jardín, al lado de la autovía o en alguna de las calles de nuestras ciudades como es el caso de Valladolid que es donde más recientemente los he visto.
Y, si no se los deja desarrollar sus raíces, el problema puede llegar incluso a ser peor porque ya sabemos que un árbol no equilibrado corre peligro de caída. Pero eso es otro cantar, y motivo de otro artículo .

Pinos sí, claro....!! Pero en los pinares, que es donde se deberían plantar y cuidar en lugar de cortarlos o dejarlos abandonados a la buena de Dios.


Palma Martín Gutiérrez
Creajardin
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